Julio Benes
Florencia Gallardon
Lucrecia Zeballos
Eloisa Moyano
Maria Laura Dufour
Vicente Valdez
Mara Mentoro
Eduardo Martinez Wurster
El Prof. Luigi Fuschini (1803-1862), nació en Ravenna el 18 de julio de 1803
Hijo de Francesco Paolo Stanislao FUSCHINI, también médico, Luigi siguió la noble profesión del padre en la Universidad de Bologna, hizo estudios en Pisa y fue laureado en Bologna. Fue cirujano jefe del Hospital S. Maria delle Croci, de Rávena, nombrado en el año 1936. Su padre Francesco también había sido médico jefe cirujano del mismo hospital.
En 1847 fue nombrado cirujano y profesor de la escuela de obstetricia y conocemos algunos de sus escritos sobre sus principales intervenciones quirúrgicas.
Ha publicado
Luigi Fuschini había participado en los disturbios de 1831 de rebelión contra el Estado Pontificio, por eso al jefe de policía Giovanni Severi no le agradaba mucho. Lo reveló un documento secreto (Libro Negro), el cual compiló 439 expedientes personales sobre los sospechosos liberales de Rávena y sobre los fieles súbditos del Papa en nombre del gobierno papal, para el período 1832-1845 . Sobre Fuschini señaló: «Este señor puede ser considerado raro, marchó contra los dominantes en 1831, y en 1845 iba a ser uno de los líderes que tenía que dirigir la matanza de los buenos.“Patrioti e Legittimisti delle Romagne nei Registri e nelle Memorie della Polizia” (1832-1845), a c. di G. Maioli e P. Zama, Roma, Vittoriano, 1935, p. 86.
Cuando cierra la Universidad de Ravenna en 1850, el Prof. Fuschini tenía a cargo la tarea de Profesor de Patología Clínica y Quirúrgica.
Casado con Rosa Sambi tuvo cinco hijos (este dato lo he inferido de las cartas que tengo en mi poder y que nombran a los integrantes de la familia). Por esta razón los nombres que indico son los utilizados familiarmente y no los nombres de pila y apellidos)
Giuseppe Andrea Gapare FUSCHINI SAMBI casado con Blanca Francisca Nicol FIDANZA ROJAS padres de doce hijos
Rossina FUSCHINI SAMBI casada con Bresciani y padres de Gigino
Catterina FUSCHINI SAMBI casada con Agostino y padres de Ludovico y Pierino
Maddalena FUSCHINI SAMBI casada con Eutimio
Emilia FUSCHINI SAMBI
Checchino FUSCHINI SAMBI
Luigi Fuschini queda viudo joven y vuelve a casarse con Cleonilde Gabbei, quien tiene muy buena relación con los hijos de Luigi, en particular con Giuseppe. (Tengo varias cartas que escribe Cleonilde a Guiseppe después de su partida de Italia y establecimiento en Argentina)
De su vida profesional puedo contar que fue un médico importante de la época y que entre sus pacientes se destacan
el Papa Pio IX
y el emperador de Austria Francisco José
Este último le entregó como reconocimiento a su labor médica una cruz esmaltada que aún conserva la familia (descendientes de Mario Fuschini Fidanza) y de la cual agregaré fotos y documentación que ratifica su autenticidad.
Poseía el título de Caballero.
Estuvo prácticamente activo en el hospital hasta la muerte. Murió el 20 de julio de 1862.
Entre los trabajos que debió efectuar como médico legal del hospital de Ravenna hay uno que trasciende debido al personaje de que se trata: la autopsia de Anita Garibaldi muerta en agosto de 1848 en los pantanos de Comacchio cerca de Ravenna en un confuso episodio.
http://eniggmatic.blogspot.com.ar/2010/03/sombras-en-la-muerte-de-anita-garibaldi.html
Entiendo que bien vale escribir sobre la enorme biblioteca que tenía mi papá y de su pasión que fue leer durante su vida y diría también ... coleccionar todo texto que llegara a sus manos
Su hobbie fue estudiar la historia de los relojes y leer. Es más, mi padre era un gran amante de la lectura. Siempre recomendaba a los amigos los libros buenos que leía y así los prestaba. Muchos libros volvieron a las estanterías de su biblioteca, pero otros no. Él era consciente de esta situación y poco le preocupaba porque la solución ya la tenía implementada. Para que no se le "perdieran" los buenos libros de su biblioteca, Vito compraba a menudo dos libros iguales, uno para guardar y otro para prestar.
Dejó al morir una gran biblioteca con textos de todo tipo en castellano, francés e inglés, idiomas que conocía perfectamente. Sus hijos procuramos que estos libros se repartieran en la familia y entre sus amigos. Cada cual eligió los libros de su agrado. Con mucho placer he podido apreciar años más tarde que una buena parte de esos libros hoy "lucen" en las bibliotecas de nuestros amigos.
Julio Benes dijo lo siguiente respecto al gran lector que fue mi padre y especialmente de su biblioteca
"Aún hoy extraño el placer de las largas tardes que pasábamos charlando en su casa, o en su biblioteca, que era lo mismo. Fue un bibliófilo consumado, coleccionista de miles de obras. No sólo los había leído todos, sino que recordaba el contenido de cada uno de ellos. Decirle, por ejemplo:
-Vito, ¿no tenés Los Pasos Perdidos de Carpentier? (La respuesta era: sí, esperá)
Y buscaba en un fichero de tarjetas:
- A ver …C, C, C Carpentier: El acoso, El siglo de las luces, La música de Cuba, Los Pasos perdidos,…acá está. Biblioteca D, estante IV, 122.
La biblioteca D podía estar en su escritorio, en el comedor, en algún dormitorio o en el pasillo. Toda la casa era la biblioteca. El libro estaba en su ubicación 122 partiendo de la izquierda; y seguían los comentarios: - Vos sabés que Carpentier fue un entusiasta adherente a la revolución cubana: Murió hace poco en París, creo que el año pasado, en el 80. Y después venían los comentarios de la novela que él recordaba muy bien y la comparación con otras de sus obras. Entre los libros aparecían, de vez en cuando, algunos cartones: eran los libros prestados que no tuvieron devolución."
Estoy escribiendo esto porque recién encontré, entre viejos mails, un escrito de Eduardo respecto a nuestras visitas a casa de Anita y Vito, recordando las muchas bibliotecas que había en casa. Lo comparto con Uds
"Vito era una persona que leía cuanto libro o artículo caía en sus manos, sea del tema que fuera. Tenía un vasto “mercado proveedor” de material literario, pero en un extremo de ese espectro había una recorrida anual por la Feria de Libro de Buenos Aires, en el otro extremo, el más cotidiano, estaba el diario La Nación. Todo material de lectura tenía en él un tratamiento especial. De hecho se daba sus tiempos para leer libros y para “hurgar” en las noticias y los artículos de La Nación, en particular en la edición del domingo porque contenía la revista y varias secciones algunas dedicadas a la literatura. La Nación de ese día era una pieza de lectura no sólo para el día domingo, sino también, en el caso de Vito, era para el resto de la semana.
De La Nación Vito rescataba todo artículo que le interesara guardar, y si ese artículo tenía alguna relación con el autor o con los temas contenidos en esos miles de libros que “atesoraba” en su casa, Vito recortaba ese artículo y lo incorporaba al libro en cuestión. Como bien recordó Julio Benes en este mismo blog, Vito tenía todos sus libros apropiadamente inventariados con sus ficheros de respaldo, y los mantenía ordenados en bibliotecas esparcidas por toda la casa. Primero las bibliotecas ocupaban un espacio importante de su amplio escritorio, luego empezaron a ocupar todo espacio de la casa que no fuera “expresamente vedado” a ese efecto. Anita en esto pudo poner límites pero hasta cierto punto. Sólo aquellos lugares que Anita había “prohibido ocupar” estaban libres de bibliotecas y libros. Creo que este esfuerzo de Anita por evitar tal “ocupación” de espacios logró preservar los baños, la cocina y, en alguna oportunidad, el living y el comedor de la casa.
El ambiente del escritorio de Vito era un lugar que imponía por sí mismo silencio. No se si esa sensación era por la presencia de tantos libros ordenados en una parte de sus bibliotecas, o por el medioambiente que creaban ese entorno con su escritorio y su sillón, la máquina de escribir y su caja fuerte, y una muy bonita biblioteca con vitrina. Recuerdo que ese silencio se vio varias veces interrumpido cuando sus nietos se “apoderaban” de este ambiente para sus juegos infantiles.
El ambiente de los dormitorios de las “chicas”, el de Mónica y de Patricia, fue en poco tiempo “invadido” por bibliotecas no bien ellas casaron y se fueron de la casa paterna para formar sus propios hogares. Para ese entonces, hablo de los años 1974 a 1981, nosotros vivíamos en la Obra de Agua del Toro en el sur de Mendoza y viajábamos periódicamente a San Juan. Primero fuimos Mónica y yo, y luego, cuando Gonzalo y Eleonora llegaron a nuestras vidas, todos nos trasladábamos con frecuencia a San Juan. Allí siempre éramos recibidos en la casa con mucho afecto y con la hospitalidad que Anita y Vito brindaron a todos sus visitantes, fueran o no de la familia. Era para nosotros un gusto alojarnos en “lo de Anita y Vito” pero quedaba claro que nos “tocaba” dormir en los dormitorios que habían sido de las “chicas”. Con el correr de los años y con el avance de aquella “ocupación cultural”, las paredes de los dormitorios no dejaban ver la pintura porque estaban casi “forradas” de libros. Pero debo decir con alguna nostalgia hoy, que aquellos dormitorios conservaban los mismos muebles y la misma disposición con la excepción hecha de las citadas bibliotecas y sus libros.
Al respecto siempre le decía a Vito, en tono de broma, “… que el mayor riesgo de dormir en San Juan no era sobrellevar un terremoto, sino el de sentirse aplastado ante la eventual caída de libros en caso de un temblor…”. En cada oportunidad de jugarle esta broma, yo agregaba: “… Vito,… el temor es morir aplastado por tanta cultura…”. La respuesta era siempre la misma: “… Mirá, Pibe, está todo calculado…”.
Las réplicas del terremoto de Caucete del 23 de Noviembre de 1977 se hicieron sentir en la ciudad de San Juan y sus alrededores por varias semanas. El fin de semana siguiente a ese 23 de Noviembre viajamos Mónica, Gonzalo y yo a San Juan para ver cómo estaban Anita y Vito, Patricia y su familia. Bueno, debo señalar que durante las siguientes tres noches que dormí en la casa se sintieron muchos temblores, algunos de regular intensidad, otros no tanto, pero todos eran tales que hacían que los perros ladraran toda la noche. Cada vez que me despertaba por un sacudón, me quedaba esperando el impacto de los libros que pudieran caerse. Efectivamente me quedé esperando todas las veces porque era evidente que Vito lo tenía “… todo calculado…”.
Pensándolo bien, ahora, cómo iban a caerse los libros si habían tantos en un mismo estante que estaban “fuertemente compactados” entre sí. No había intersticios entre libros ni “grado de libertad” que permitiera movimiento alguno. Era como si se tratase de una masa única de papel. Quizás, pensándolo ahora con cierto “tono de broma ingenieril”, los libros sobre la estantería se comportaban frente al sismo como una “viga postensada”. Si esa era la razón de la estabilidad, queda claro que “… estaba todo calculado…”.