Durante el transcurso del verano del año
1956 el país se vio conmocionado por la expansión y la virulencia de la
Poliomielitis, enfermedad infecciosa altamente contagiosa también conocida como
Parálisis Infantil. La misma se extendía a lo largo de todo el país a excepción
de algunas provincias como Santa Cruz y el por entonces Territorio Nacional de
Tierra del Fuego, afectando alrededor de 6.000 niños con severo compromiso
motriz y respiratorio. Los titulares de los periódicos reflejaban, de modo
dramático, la urgencia de combatir la polio y asistir a los afectados. El
recuerdo que queda de aquella época aún perdura en la memoria de quienes vieron
casi con impotencia el horror del avance de la enfermedad. Lo más espantoso de
la enfermedad fue que afectó principalmente a la población comprendida ente 1 y
15 años.
Nosotros vivíamos en Haedo y allí se
produjo un caso que tuvo bastante notoriedad en la población, porque se trataba
de la hija de un médico muy conocido, que vivía a pocas cuadras de casa. Mis
padres tomaron una drástica solución, nos llevarían a Villa Mercedes San Luis
donde vivían mis abuelos. El inconveniente mayor era cómo viajar a Mercedes, ya
que muchos pobladores de Buenos Aires huyeron despavoridos con sus hijos para
ponerlos a salvo de esta epidemia. Así, de un día para el otro, mi mamá hizo
las valijas y fuimos directamente a Retiro para sacar el pasaje en el primer
tren que saliera para San Luis. Yo debía tener unos 7 años y recuerdo el
loquero que era la estación de trenes llena de gente peleando por un lugar en
el tren. Por suerte un primo de mi mamá de apellido Gándara tenía un puesto de
diarios en la estación, y fue él quien nos consiguió el pasaje. Allí no terminó
la historia, porque lograr subir al tren fue otro capítulo. Recuerdo que mi
madre y nosotros tres viajamos los 700 km hasta Villa Mercedes en un solo
asiento doble, con mucha gente alrededor que tuvo que emprender el viaje sin
asiento.
Mamita tuvo que volver a Buenos Aires, ya
que trabajaba y así quedamos al cuidado de mi abuela Margot, a la que llamábamos
Mamama, durante unos tres meses. De esa etapa no me acuerdo de nada, pero por
suerte encontré varias cartas escritas por mi abuela a mi mamá en la que le
contaba como estábamos los tres: Yo que tenía 7 años, Patricia 5 años y Gustavo
4. En la casa también estaban mi tía Nora con su hija Nora Inés y mi prima
Blanquita, todos escapados de Buenos Aires y la epidemia.
Buenos Aires - Mercedes Viajando en "El Cuyano" |
Muy bonito tu relato. En muy pocas palabras has resumido con ajustada realidad la vivencia de nuestros padres y también la visión de nosotros, los niños de aquella época. Unos de un modo, otros de otro, y en distintos lugares de esta Argentina, empezábamos a conocer sobre esta enfermedad y sus secuelas. Por suerte para nosotros y nuestros hijos y nietos, aquellos horrores de la epidemia de poliomelitis del año 1956 han quedado en la historia. Nuevamente, muy lindo el relato.
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